En un rincón de la
estancia común del 5º piso, se hallaba una sombra acuclillada que sollozaba en
la oscuridad de la habitación, las ventanas estaban cerradas a cal y canto de
forma que no pasaba ni un mísero haz de luz. El bulto se estremecía en un mar de
suspiros y su respiración entrecortada delataba su pésimo estado, permaneció
allí lo que le parcia una eternidad de sufrimiento que lo agotaba con cada
segundo que pasaba. Se oyeron unos pasos fuertes y firmes a un buen ritmo que
cruzaban el pasillo aproximándose a la sala, poco después se detuvieron delante
de la puerta y tras un breve instante ésta se abrió se golpe dejando ver una
figura imponente recortada por la luz del exterior. Esta se aproximó a la
esquina en la que se encontraba la sombra que temblaba sin parar.
En el exterior, el sol se alzaba orgulloso mostrando sus
potentes rayos, el cielo despejado daba la sensación de ser un mar de un azul
tan intenso que parecía cobrar vida propia. Los estudiantes descansaban
tranquilamente; algunos sentados en el césped tomando el sol, otros se
recostaban en la sombra de los arboles. También había jóvenes que jugaban a la
pelota, y otros solo formaban corrillos para charlar.
Era un día perfecto, habían faltado algunos profesores y los
universitarios tenían un par de horas libres para recobrar fuerzas y más tarde
seguir con las clases restantes para terminar la jornada estudiantil.
Kurogane subió las persianas y abrió las ventanas dejando
que la luz de aquel fantástico día bañara la estancia. Se aproximó al rincón en
el cual, lo que antes era una sombra, ahora se veía un muchacho. El joven se
apresuró al encuentro de lo que parecía más un ovillo que a un chaval, al
descubrir con horror que era el vampiro de cabellos rubios de quien se trataba.
Posó una mano encima del hombro de su amigo, el aludido se giró lentamente
dejando ver la apariencia que tenia: bajo los ojos surcaban unas profundas y
oscuras ojeras, su mirada ambarina mostraba que la vida se le escaba de sus
manos, sus pómulos estaban muy marcados, los labios se hallaban secos y
agrietados, habitualmente su tez que tenía un característico tono blanquecino
que se quedaba corto con el color grisáceo que poseía ahora.
El moreno recogió a su compañero del suelo, se dirigieron
una larga mirada, analizando la situación, hasta que Kurogane le dio una
bofetada al joven, que bajó la cabeza,
se palpó la marca rojiza con la mano y le mostró a su amigo una sonrisa
cansada.
-¿¡¿Se puede saber qué haces aquí encerrado?!?- preguntó Kurogane alzando la
voz-llevamos todo el día buscándote, ¡y resulta que estabas aquí!
-Pues que voy a hacer ‘’Kurorabieta’’, estaba tranquilamente
acurrucado hasta que has llegado tú-el vampiro se apoyó en la pared para dejar
un poco más de espacio entre ambos.
-¡No me llames así!-hizo una
pausa-Que mal aspecto tienes…-puntualizó.
-Gracias-dijo Fye con tono burlón-, pues yo me encuentro
genial-dijo mientras estiraba los brazos.
-¿De verdad?-cuestionó el joven alzando una ceja, no estaba
muy convencido de la respuesta de su amigo-¿Desde cuándo no comes?-notó como
los músculos del joven de cabello rubio se tensaron pero la sonrisa de su cara
permaneció intacta.
-Pero si estoy comiendo, mira-éste sacó una lechuga de no se
sabe dónde y le dio un gran bocado-¿Ves?, como cosas sanitas-concluyó la frase
con una sonrisa amplia característica de él.
Kurogane seguía sin creerse demasiado lo que el otro le
decía
-Déjate de tonterías ‘’Rubiales’’, sabes perfectamente a lo
que me refiero-casi gritó al pronunciar la última frase.
En ese momento llegaron los demás después de haber
disfrutado del maravilloso día, todos se quedaron callados observando desde el
umbral de la puerta la escena.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?-preguntó joven de cabellos
carbón.
-Lo cierto es que no lo sé pero me siento como si llevara
una eternidad en ese rincón-dijo sinceramente el muchacho algo desconcertado,
preguntándose a sí mismo: ‘’es cierto, ¿cuánto tiempo llevo aquí? No lo sé pero
estoy muy débil y con cada segundo la situación va a peor…’’.
Sin que Fye se lo esperase,
el otro chico estampó su mano en la pared muy, muy cerca de su cara y se
aproximó con una mirada desafiante acorralando al vampiro en la misma esquina
en la que unos minutos atrás había estado, interrumpiendo de esta manera sus
pensamientos. Acto seguido Kurogane apartó su mirada escarlata de los ojos de
color ámbar de Fye, para dirigirla a su mano que seguía apoyada en la pared, la
retiró, y con sorprendente facilidad se desabrochó el gemelo, se remangó la
manga y dejó visible la muñeca. Después
de esto la colocó cerca de la cara de su amigo.
-Bebe-no dijo nada más antes de volver a clavar sus ojos
carmesí en los de su compañero.
-No, no puedo…-dijo el vampiro haciendo una mueca.
-Sí que puedes y sabes que debes-el muchacho seguía
acorralándolo.
-No…es que…me da asquete-concluyó.
Todos seguían en el marco de la puerta, atónitos, algunos
con intriga y otros desconcertados.
-No es momento para bromas, bebe-le ordenó.
Fye se dejó llevar por su instinto de vampiro, cerró los
ojos y respiró profundamente, cuando volvió a abrirlos habían cambiado, se
convirtieron en dos estrechas rendijas, su mirada se asemejaba a la de los
gatos pero con un toque tétrico y escalofriante. Kurogane ni se inmutó,
permaneció tranquilo con la muñeca en paralelo a la boca de su cazador. Poco
después el vampiro agarró la muñeca de su presa y clavó sus colmillos en ella,
dejando que la sangre bajara por su garganta y fluyera por sus venas. Kurogane
al contacto de los afilados colmillos del vampiro, se le crispó el pelo de la
nuca; sin embargo los demás no pudieron contener un escalofrío.
En cuanto el joven de cabello rubio sació su hambre, se
sintió mejor, más fuerte, más rápido. Kamui
lo miró con aprobación y se relamió los labios al oler la sangre; Shougo
le pasó una mano por los hombros de
Primera, Sakura agarraba el brazo de Shaoran, Hikari pasó una mano por la
cintura de Chii para consolarla que estaba a punto de llorar, y Tomoyo se
acurrucaba con su gemela; todos muy expectantes y con el corazón en un puño.
-Ves, no era tan difícil-dijo Kurogane aliviado al ver que
su amigo recobraba fuerzas.
-Sabes muy bien que yo no quería, me has obligado-el rostro
del joven se endureció.
-Lo sé, pero era necesario, ¿acaso habías visto el aspecto
que tenias?-dijo exasperado.
-¿No te das cuenta de que si me alimento de ti te hago daño?
Deberías saber mejor que nadie que la sangre es como una droga para mí, es
difícil…-cogió aire para proseguir pero Kurogane lo interrumpió.
-¿Es que no lo entiendes? No importa lo que pueda pasar, si estás bien, si
te mantienes vivo, no…no dejaré que mueras porque no tiene sentido y en el fondo lo sabes, es la
única forma de que sigas viviendo, de que sigas siendo mi amigo y aunque me
repatee admitirlo siento que te lo debo-suspiró y se volvió en dirección a la
puerta al darse cuenta de que alguien los estaba observando, descubrió a todos
sus compañeros y amigos con los ojos humedecidos por la emoción del momento. Fye
miró a Kurogane con admiración y en señal de agradecimiento lo abrazó. Él
respondió su abrazo y poco a poco todos se fueron acercando sobrecogidos y
uniéndose a ellos ya sin poder contener las lágrimas.
Los gemelos vampiros permanecieron cayados en el marco de la
puerta; Kamui observaba con indiferencia la escena, apoyado en un lado del
umbral. En el rostro de Subaru, sin embargo, se notaba un ápice de conmoción.
El primero de los hermanos le dirigió una mirada severa a su prójimo y susurró
algo que solo el otro pudo oír:
-No seas débil Subaru, nosotros somos superiores a ellos; no
debes tener ni una pizca de compasión y menos por unos simple humanos…-se giró
y abandonó la habitación con aire despreocupado con las manos metidas en lo
bolsillos.
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