lunes, 10 de septiembre de 2012

Capítulo 10: La Fuerza de la Amistad


En un  rincón de la estancia común del 5º piso, se hallaba una sombra acuclillada que sollozaba en la oscuridad de la habitación, las ventanas estaban cerradas a cal y canto de forma que no pasaba ni un mísero haz de luz. El bulto se estremecía en un mar de suspiros y su respiración entrecortada delataba su pésimo estado, permaneció allí lo que le parcia una eternidad de sufrimiento que lo agotaba con cada segundo que pasaba. Se oyeron unos pasos fuertes y firmes a un buen ritmo que cruzaban el pasillo aproximándose a la sala, poco después se detuvieron delante de la puerta y tras un breve instante ésta se abrió se golpe dejando ver una figura imponente recortada por la luz del exterior. Esta se aproximó a la esquina en la que se encontraba la sombra que temblaba sin parar. 


En el exterior, el sol se alzaba orgulloso mostrando sus potentes rayos, el cielo despejado daba la sensación de ser un mar de un azul tan intenso que parecía cobrar vida propia. Los estudiantes descansaban tranquilamente; algunos sentados en el césped tomando el sol, otros se recostaban en la sombra de los arboles. También había jóvenes que jugaban a la pelota, y otros solo formaban corrillos para charlar.
Era un día perfecto, habían faltado algunos profesores y los universitarios tenían un par de horas libres para recobrar fuerzas y más tarde seguir con las clases restantes para terminar la jornada estudiantil.


Kurogane subió las persianas y abrió las ventanas dejando que la luz de aquel fantástico día bañara la estancia. Se aproximó al rincón en el cual, lo que antes era una sombra, ahora se veía un muchacho. El joven se apresuró al encuentro de lo que parecía más un ovillo que a un chaval, al descubrir con horror que era el vampiro de cabellos rubios de quien se trataba. Posó una mano encima del hombro de su amigo, el aludido se giró lentamente dejando ver la apariencia que tenia: bajo los ojos surcaban unas profundas y oscuras ojeras, su mirada ambarina mostraba que la vida se le escaba de sus manos, sus pómulos estaban muy marcados, los labios se hallaban secos y agrietados, habitualmente su tez que tenía un característico tono blanquecino que se quedaba corto con el color grisáceo que poseía ahora.
El moreno recogió a su compañero del suelo, se dirigieron una larga mirada, analizando la situación, hasta que Kurogane le dio una bofetada al joven, que bajó la cabeza,  se palpó la marca rojiza con la mano y le mostró a su amigo una sonrisa cansada.
-¿¡¿Se puede saber qué haces aquí  encerrado?!?- preguntó Kurogane alzando la voz-llevamos todo el día buscándote, ¡y resulta que estabas aquí!
-Pues que voy a hacer ‘’Kurorabieta’’, estaba tranquilamente acurrucado hasta que has llegado tú-el vampiro se apoyó en la pared para dejar un poco más de espacio entre ambos.
-¡No me llames así!-hizo una pausa-Que mal aspecto tienes…-puntualizó.
-Gracias-dijo Fye con tono burlón-, pues yo me encuentro genial-dijo mientras estiraba los brazos.
-¿De verdad?-cuestionó el joven alzando una ceja, no estaba muy convencido de la respuesta de su amigo-¿Desde cuándo no comes?-notó como los músculos del joven de cabello rubio se tensaron pero la sonrisa de su cara permaneció intacta.
-Pero si estoy comiendo, mira-éste sacó una lechuga de no se sabe dónde y le dio un gran bocado-¿Ves?, como cosas sanitas-concluyó la frase con una sonrisa amplia característica de él.
Kurogane seguía sin creerse demasiado lo que el otro le decía
-Déjate de tonterías ‘’Rubiales’’, sabes perfectamente a lo que me refiero-casi gritó al pronunciar la última frase.
En ese momento llegaron los demás después de haber disfrutado del maravilloso día, todos se quedaron callados observando desde el umbral de la puerta la escena.
-¿Cuánto tiempo llevas aquí?-preguntó joven de cabellos carbón.
-Lo cierto es que no lo sé pero me siento como si llevara una eternidad en ese rincón-dijo sinceramente el muchacho algo desconcertado, preguntándose a sí mismo: ‘’es cierto, ¿cuánto tiempo llevo aquí? No lo sé pero estoy muy débil y con cada segundo la situación va a peor…’’.
Sin que Fye se lo esperase,  el otro chico estampó su mano en la pared muy, muy cerca de su cara y se aproximó con una mirada desafiante acorralando al vampiro en la misma esquina en la que unos minutos atrás había estado, interrumpiendo de esta manera sus pensamientos. Acto seguido Kurogane apartó su mirada escarlata de los ojos de color ámbar de Fye, para dirigirla a su mano que seguía apoyada en la pared, la retiró, y con sorprendente facilidad se desabrochó el gemelo, se remangó la manga y dejó visible la  muñeca. Después de esto la colocó cerca de la cara de su amigo.
-Bebe-no dijo nada más antes de volver a clavar sus ojos carmesí en los de su compañero.
-No, no puedo…-dijo el vampiro haciendo una mueca.
-Sí que puedes y sabes que debes-el muchacho seguía acorralándolo.
-No…es que…me da asquete-concluyó.
Todos seguían en el marco de la puerta, atónitos, algunos con intriga y otros desconcertados.
-No es momento para bromas, bebe-le ordenó.
Fye se dejó llevar por su instinto de vampiro, cerró los ojos y respiró profundamente, cuando volvió a abrirlos habían cambiado, se convirtieron en dos estrechas rendijas, su mirada se asemejaba a la de los gatos pero con un toque tétrico y escalofriante. Kurogane ni se inmutó, permaneció tranquilo con la muñeca en paralelo a la boca de su cazador. Poco después el vampiro agarró la muñeca de su presa y clavó sus colmillos en ella, dejando que la sangre bajara por su garganta y fluyera por sus venas. Kurogane al contacto de los afilados colmillos del vampiro, se le crispó el pelo de la nuca; sin embargo los demás no pudieron contener un escalofrío.
En cuanto el joven de cabello rubio sació su hambre, se sintió mejor, más fuerte, más rápido. Kamui  lo miró con aprobación y se relamió los labios al oler la sangre; Shougo le pasó una mano  por los hombros de Primera, Sakura agarraba el brazo de Shaoran, Hikari pasó una mano por la cintura de Chii para consolarla que estaba a punto de llorar, y Tomoyo se acurrucaba con su gemela; todos muy expectantes y con el corazón en un puño.
-Ves, no era tan difícil-dijo Kurogane aliviado al ver que su amigo recobraba fuerzas.
-Sabes muy bien que yo no quería, me has obligado-el rostro del joven se endureció.
-Lo sé, pero era necesario, ¿acaso habías visto el aspecto que tenias?-dijo exasperado.
-¿No te das cuenta de que si me alimento de ti te hago daño? Deberías saber mejor que nadie que la sangre es como una droga para mí, es difícil…-cogió aire para proseguir pero Kurogane lo interrumpió.
-¿Es que no lo entiendes? No  importa lo que pueda pasar, si estás bien, si te mantienes vivo, no…no dejaré que mueras porque  no tiene sentido y en el fondo lo sabes, es la única forma de que sigas viviendo, de que sigas siendo mi amigo y aunque me repatee admitirlo siento que te lo debo-suspiró y se volvió en dirección a la puerta al darse cuenta de que alguien los estaba observando, descubrió a todos sus compañeros y amigos con los ojos humedecidos por la emoción del momento. Fye miró a Kurogane con admiración y en señal de agradecimiento lo abrazó. Él respondió su abrazo y poco a poco todos se fueron acercando sobrecogidos y uniéndose a ellos ya sin poder contener las lágrimas.
Los gemelos vampiros permanecieron cayados en el marco de la puerta; Kamui observaba con indiferencia la escena, apoyado en un lado del umbral. En el rostro de Subaru, sin embargo, se notaba un ápice de conmoción. El primero de los hermanos le dirigió una mirada severa a su prójimo y susurró algo que solo el  otro pudo oír:
-No seas débil Subaru, nosotros somos superiores a ellos; no debes tener ni una pizca de compasión y menos por unos simple humanos…-se giró y abandonó la habitación con aire despreocupado con las manos metidas en lo bolsillos.




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